Si la embarazada tiene factores de riesgo para presentar esta anomalía, como placenta previa, o haberse sometido a una cirugía uterina antes del embarazo, el especialista debe examinar la implantación de la placenta, y los dos principales métodos de diagnóstico para detectar este problema son la ecografía y el doppler.
Otros métodos que permiten diagnosticar placenta accreta antes del parto son:
- Resonancia magnética.
- Análisis de sangre para determinar la cantidad de alfafetoproteína (AFP), una proteína que produce el feto y se puede detectar en la sangre de la madre, y cuyo incremento está asociado a la placenta accreta.
- Ecografía intraoperatoria.
- Cistoscopia.
El diagnóstico en el transcurso del parto se basa en manifestaciones clínicas como:
- Hemorragia intensa en la zona de la inserción placentaria tras una extracción forzada durante la cesárea.
- Imposibilidad la extracción manual completa de la placenta, resultando evidente que existe una retención.
- Ausencia de decidua o fibras musculares en contacto con las vellosidades placentarias.
- Falta de escisión entre la placenta y el miometrio (cubierta muscular del útero).
Tratamiento de la placenta accreta
Si la placenta accreta se diagnostica durante el embarazo, el tratamiento se basa en hacer un seguimiento más estricto a la madre, y establecer una cesárea programada con histerectomía (extracción del útero) alrededor de la semana 35 de embarazo, tras comprobar que la madurez de los pulmones del feto es apropiada.
Sin embargo, en los últimos años se han realizado estudios para comprobar la efectividad del tratamiento conservador, que consiste en no intentar extraer la placenta –esto podría originar una hemorragia muy grave que pusiera en peligro la vida de la madre– ni realizar la histerectomía, sino dejar la placenta en el útero y esperar para que el organismo la reabsorba, con el objetivo de preservar la fertilidad de la paciente.
Este abordaje debe ser estudiado en cada caso particular, dependiendo de la edad y otras características de la paciente, y puede ser el más recomendable, por ejemplo, si se trata de una mujer joven que desea tener más hijos, o si se encuentra afectada la vejiga.
Se han realizado estudios en los que mujeres que habían sufrido placenta accreta en un embarazo anterior, y se les había dejado en el útero consiguiendo la reabsorción, lograron posteriormente dar a luz bebés sanos. Sin embargo, la mujer debe conocer tanto las ventajas como los riesgos que supone el tratamiento conservador.
En primer lugar, la paciente debe someterse a un seguimiento y control intensivos por el riesgo de que se produzca una infección, una hemorragia o un embolismo pulmonar y, en algunos casos, puede ser necesario recurrir finalmente a la histerectomía. Además, las mujeres que ya han sufrido placenta accreta tienen muchas posibilidades de volver a presentar ésta u otras complicaciones en el siguiente embarazo.
Comentarios
Publicar un comentario